La tragedia del cine de arte en Mazatlán

El cine tiene un lugar curioso dentro de la cultura mazatleca, aunque no particularmente el más positivo. La creación y producción de cine original en el puerto se encuentra en un estado por demás precario, ya que históricamente aquellos valientes que se han atrevido a dedicarse a la cinematografía en Mazatlán han tenido que enfrentarse tanto a la falta de apoyo y recursos como a la apatía misma del pueblo. ¿Pero qué pasa con los cinéfilos?, ¿con aquellas personas que simplemente buscan disfrutar de una buena película, de apreciar el buen cine? La verdad es que ellos también la tienen difícil.
            Es imposible ser aficionado casual del cine de arte en Mazatlán. Quien quiera realmente adentrarse al estudio y apreciación del arte cinematográfico tiene que buscar las herramientas por su cuenta. Una persona común y corriente no puede ir a su cine más cercano y simplemente meterse a ver un filme de autor, o independiente, o experimental. La cruda verdad es que esas películas no llegan a nuestra localidad, y cuando lo hacen son sacadas de cartelera rápidamente para hacer espacio para el siguiente gran estreno hollywoodense.
            Pero al mismo tiempo, esto nos presenta una situación del huevo y la gallina. ¿No llegan a Mazatlán las películas de arte porque no hay interés por parte del público, o no existe un interés por parte del público debido a que nunca se les ha expuesto a este tipo de cine? Los comentarios de un empleado de Cinépolis, la cadena de cines más grande de México, nos pueden ayudar a resolver el misterio. “No llegan esas películas aquí. Las ponen en otras partes del país, como áreas metropolitanas y ciudades más grandes. Cuando llegan, es meses después y salen rápido de cartelera. La gente no quiere verlas. No hay demanda.” Comenta también que a nivel nacional existen programas para promover el cine de arte, pero que aquí nos va bien si es que llega el Tour de Cine Francés y se acabó.
            ¿Será entonces que a las personas simplemente no les interesa la otra cara del cine? “Cuando se estrenó Birdman nadie vino y la quitamos rápido. Luego, cuando empezó a hacer ruido en los Óscares, la pusimos de nuevo en cartelera y la gente vino y la dejamos por algunas semanas más.” Prosigue el trabajador del cine, con un comentario bastante iluminador: Las personas están dispuestas a ver cine artístico, pero alguien tiene que guiarlas. No todos tienen el conocimiento de cine suficiente para distinguir y poder apreciar el cine de arte, pero habiendo algo -en este caso los Premios de la Academia- que haga llegar el mensaje a las masas, hay quienes van a ir a observar, aunque sea para ver cómo está el rollo con la película esa de aquel tipo que solía ser Batman.
            En pocas palabras, hace falta que la gente se enamore del cine; esas películas no van a llegar hasta que haya quien las pida. Que esa pasión no se limite a una élite pretenciosa o autocomplaciente. Es tarea de los cinéfilos locales servir como esa voz que impulse el buen arte, las buenas películas. Que llegue a su fin ese antagonismo clasista, en el cual una persona, por haber visto un par de películas de Kubrick o Godard, se siente con derecho a descalificar a ese grupo de muchachos en fila para comprar boletos para Los Vengadores o Rápidos y Furiosos 7 (las cuales, además de jugar un papel importante en el paisaje cultural, pueden llegar a poseer un valor artístico mayor al que muchos quisieran aceptar).
            Los cinéfilos de mi generación nacieron en una época privilegiada. Es verdad, fue en las salas de cine donde por primera vez sentí esa conexión con las películas; pero ahora, con acceso a Internet, servicios como Netflix, formatos de alta definición como Blu-Ray y tecnología HD en casa, tengo tantas películas que ver que me resulta agobiante, y puedo disfrutar de una excelente calidad de imagen y sonido, todo sin necesidad de abandonar mi sillón. Si eso suena a que estoy presumiendo, me disculpo y lo comprendo perfectamente. Todos esos son, sin duda alguna, lujos. Lujos que la persona promedio, con limitados recursos económicos y sin mayores conocimientos de tecnología, no puede darse. Enamorarse del cine en Mazatlán se ha convertido en un lujo, y eso es una tragedia.

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